martes, 22 de septiembre de 2015

A VECES HAY TANTA BELLEZA EN EL MUNDO…


Alguna vez ya he hablado de la mirada poética. Es una mirada que aúna magia y fantasía con intuición y certeza, aunque parezcan binomios incompatibles. Esa mirada me ayuda reconciliarme con la vida como un proyecto no sólo ético, sino también estético, y requiere no olvidar que la realidad no se agota en las rutinas, convencionalismos, discursos y explicaciones, formalismos, apariencias, idas y venidas repetidas, lugares comunes…  


Acuérdate de cuando te deleitabas intentando rozar suavemente la tersura de una burbuja, siguiendo el movimiento azaroso de las motas de polvo que deambulaban a contraluz, observando las manos morenas, curtidas y venosas de aquel anciano sobre la mesa blanca o inspirando aquel intenso olor y color que te embargaban y te devolvían a un lugar desconocido y familiar al mismo tiempo.


Mantener esa mirada es, hoy en día, un ejercicio de audacia y resistencia, pero también una opción vital por vivir en ese nivel de realidad que está ahí mismo pero que solo se capta con una cierta capacidad de contemplación, con un estilo y ritmo de vida pausado que incluya una predisposición permanente a dejarte seducir por cualquier cosa que te circunde: la disposición curiosa de esos  dos libros, la presencia extraña de ese hueco, el nudo expresivo de ese árbol, la caída y derrota de esa señal, la hermosas soledad de esa flor, la visión de un perfil que te estremece durante un segundo...

Me gustaría mostraros tres ejemplos de lo que quiero decir.


El primero son las fotos de Mertxe que acompañan a estas letras y que hablan por sí mismas.

El segundo ejemplo es este texto de Ramón Gaya: «La poesía no es una de las artes. 


La poesía está en todas las artes.
La poesía es algo que está en el hombre, un sentimiento que está en todos. Puede haber un hombre que trabaje la tierra y tenga un sentimiento poético trabajándola. Ahora eso se va perdiendo por la imbecilidad de la civilización actual. Se le está arrancando al hombre no el amor a la tierra sino el amor de la tierra, e incluso el sentimiento de la tierra. Había en ello un sentimiento poético. Cuando está atardeciendo y el campesino sale después de haber sudado, después de haber sufrido, cuando sale, digo, a la puerta de su casa y ve cómo está la parra, cómo atardece —se ven las nubes y da un poco de airecillo—, bueno, pues eso es un sentimiento poético. Y él sale a la puerta de su casa para recibirlo, para sentirlo…»


Por último, os invito que veáis este hipnotizador y absorbente fragmento de la película American Beauty (Sam Mendes, 1999), cuyo guión reproduzco: "Era uno de esos días en que está a punto de nevar y el aire está cargado de electricidad. Casi puedes oírla, ¿verdad? Y esa bolsa estaba bailando... conmigo... como un niño pidiéndome jugar, durante quince minutos. Es el día en que descubrí que existe vida bajo las cosas, y una fuerza increíblemente benévola que me hacía comprender que no hay razón para tener miedo… jamás. El vídeo es una triste excusa, lo sé, pero me ayuda a recordarlo; necesito recordarlo. A veces hay tanta belleza en el mundo que siento que no lo aguanto, y que mi corazón simplemente se va a rendir"

En español:


En inglés con subtítulos en español: