sábado, 20 de diciembre de 2014

NO ELIGES LAS CARTAS, PERO SÍ CÓMO JUGAR CON ELLAS

Efectivamente, nadie elige las cartas que le han tocado en la partida diaria de la vida (lugar de nacimiento, padres, temperamento, sociedad, creencias, acontecimientos, acciones de los demás...) pero sí podemos elegir cómo responder a todo eso que no elegimos, aumentando progresivamente la eficacia y congruencia con nuestros valores: esta es la esencia de la respons(h)abilidad.

Os dejo con las últimas aportaciones de los alumnos del curso de Excelencia Personal sobre este tema. Os doy las gracias por vuestras estupendas colaboraciones.


"No soy responsable de lo que siento, pero sí de lo que hago al respecto"Es decir:
Si siento que me pongo a cien... ¿qué voy a hacer al respecto?
Si siento menosprecio hacia mí... ¿qué voy a hacer al respecto?
Si siento que provoco miedo... ¿qué voy a hacer al respecto?
¿Qué voy a hacer al respecto ahora, sabiendo que existen otras opciones, sabiendo distinguir entre respuestas reactivas y proactivas?
Pues, a mi entender, lo siguiente: Estar atento a mis reacciones, identificar las dificultades a superar, planificar cómo superarlas, perdonarme los fracasos  y seguir en la brecha.          
Es decir: ¡ser responsable de lo que está en mi mano!
¿Qué, si no?

MIKEL ARRANZ


1. ¿Qué es lo más importante que he aprendido? Que hay que ocuparse más y preocuparse menos. Tratar de buscar soluciones en lugar de culpables.
2. ¿Qué he descubierto que no sabía? Que la mayoría de las veces gastamos nuestra energía en cuestiones cuya solución no está en nuestra mano.
3. ¿Qué ideas o creencias me he cuestionado? Aquellas relacionadas con la responsabilidad = culpabilidad y con el derecho a poder elegir, equivocarte...
4. ¿He comprendido el beneficio de la proactividad y la responsabilidad?  Sí, aunque considero que es muy trabajoso ser responsable y, a la vez, saber tomar la iniciativa para que ocurra aquello que tú quieres que ocurra.
5. ¿Cómo puedo utilizar lo aprendido para mejorar? Ocupándome de aquello en lo que yo puedo influir, decidir de alguna manera, sin tener que esperar la aprobación de los demás.
6. ¿He tenido ya alguna experiencia en la que poner en práctica lo aprendido? Sí, aunque me cuesta mucho ser proactiva.
 7. ¿En qué voy a cambiar mi conducta a partir de ahora? Intentar aceptar aquello en lo que no puedo influir y ocuparme en buscar soluciones y preocuparme menos.     

CARMEN PÉREZ                          






Las palabras "proactividad" y "empatía" no aparecían en mi diccionario.

Me he dado cuenta en esta semana que el papel de víctima y actuar de forma reactiva se me da muy bien. Tengo la cabeza en tantos sitios  que cuando se me presenta una situación difícil, no me paro a pensar y actuo de forma precipitada. En adelante tengo que "aprender " a actuar de forma proactiva anticipándome a los problemas, buscando nuevas soluciones, tomando mis propias decisiones para así lograr mis objetivos. Lo más fácil es resolver el problema cuando se presenta, sin el mínimo esfuerzo, sin pararte a pensar en posibles soluciones.

ANA ESTRELLA
















AITOR MENDIA



FOTOGRAFÍAS: MERTXE PEÑA



martes, 16 de diciembre de 2014

¿ASUMES TU RESPONSABILIDAD O SIGUES ECHANDO LA CULPA A LOS DEMÁS?



Responder a esta pregunta es una forma de medir la responsabilidad de una persona, así que como su grado de crecimiento y madurez. En este sentido, aquí tenéis otras tres interesantes reflexiones en torno a la respons(h)abilidad de los alumnos del curso de Excelencia Personal:



¡Qué diferente se ve la vida cuando alguien te enseña que se puede mirar de otra forma los problemas y que podemos reaccionar de otra forma a nuestros reflejos!

He descubierto que la mayor parte de nuestra vida la vivimos sintiéndonos víctimas de todo, he perdido el partido por culpa del árbitro, he llegado tarde por culpa del tráfico, y no nos hacemos responsables de ello, he perdido el partido porque no he jugado bien, he llegado tarde porque no previne que el tráfico podía empeorar.

¿Qué podríamos hacer para cambiar esto? Ser proactivos o, lo que es lo mismo, tomar la iniciativa y actuar en consecuencia para que todo salga como queremos que salga. Mirando los ejemplos, podríamos reaccionar pensando que deberíamos entrenar con más ganas, con más nervio, con más intensidad. Podríamos salir más temprano de casa y así evitar el tráfico denso, o cambiar de ruta. Nuestra respons(h)abilidad es el resultado de nuestra habilidad para elegir la respuesta en base a nuestros valores, pero tenemos valores heredados de los cuales no somos conscientes.

Aprender a ser proactivos y responsables nos va a ayudar mucho en el futuro a la hora de pensar cómo resolver y afrontar futuros problemas. Nunca es tarde para empezar a ser proactivos, se necesita mucha práctica porque las costumbres pueden con nosotros, pero poco a poco y poniendo en práctica lo que nos enseñan conseguiremos sentirnos mejores personas.

Yo he empezado a cambiar mi forma de responder en situaciones cotidianas, como por ejemplo:
  • “No he tenido tiempo para...”, por, “no he sabido organizarme y sacar tiempo para...”
  • “No me salen buenas las albóndigas...”, por, “hay algún paso en su elaboración que no lo hago bien...”

Y alguna vez me he encontrado corrigiendo a algún amigo, haciéndole ver que él es el responsable de lo que me cuenta. Una vez, a mi pareja, que venía quejándose de que llegaba tarde la mayoría de los días a los montajes en casa de los clientes por culpa de un compañero porque éste siempre llegaba tarde y eso provocaba que él saliera tarde, le dije que él era el responsable por permitir que su compañero llegara tarde y por esperarle, que la próxima vez no lo hiciera y así llegaría a la hora.

Sigo intentando poner en práctica mi lado proactivo y de responsabilidad.

ANA GONZÁLEZ

El valor proactividad/responsabilidad, por suerte, no es nuevo para mí, debido a haberlo trabajado en los anteriores cursos de Inteligencia Emocional realizados en UGLE.

Se puede sintetizar en la frase "ocúpate" en lo que puedes influir y "preocúpate" en lo que no puedes influir lo justo, hasta analizarlo y entender cómo nos influye a nosotros, sin que nosotros podamos influir en él.

Es un principio que, desde que lo vimos en anteriores cursos, intento aplicarlo y transmitirlo a mis hijos. Pero es un valor que hay que interiorizarlo y creer en él (bueno eso en todos los valores) que, personalmente, creo que no me resulta especialmente difícil de aplicar y de explicar al resto de los mortales, sobre todo en casa.

Lo que produce es una "economía" de esfuerzos y/o pensamientos, haciendo que nos centremos en cuestiones determinadas en las que podemos influir directa o indirectamente, lo que produce una eficiencia en los resultados de nuestros esfuerzos y/o pensamientos.
JAVIER BLÁZQUEZ


Quizás no he aprendido casi nada nuevo, pero como sucede con muchas cosas importantes, aunque lo tenemos a la vista y es obvio, no lo vemos o no lo practicamos. Bien, quizás, después de la primera semana de formación, prefiero cambiar la expresión por “no lo veo o no lo practico”.  

La proactividad es un concepto del que me hice consciente hace ya algún tiempo, en el que parcialmente he mejorado con el tiempo, si bien de manera insuficiente. Esta semana:
  • Me ha ayudado a reflexionar al respecto: me ha aportado un punto de vista más amplio.
  • Y, sobre todo, ha incrementado mi grado de consciencia: la proactividad es en buena medida un ejercicio de imaginación, te obliga a meditar sobre toda la jugada previamente, decidir cómo te posicionas y asumir las consecuencias.
  • Me hace reflexionar sobre la empatía: tener más presentes a los demás.   
Una de las limitaciones de este tipo de formación es que una cosa es “estudiártelo” y, otra, interiorizarlo y asentarlo:
  • Le he dedicado unas energías limitadas: hoy es jueves, ha pasado una semana desde la última clase, y lo cierto es que la intensidad de mi pensamiento respecto a este tema va decayendo….
  • Hacer este ejercicio, sin embargo, ha despertado la intensidad.
Es decir, si no te lo trabajas no mejoras, y para ello se requieren voluntad y herramientas de trabajo, como por ejemplo las actividades que nos has pasado, que te ayuden a desarrollar los temas en tu vida (hijos, pareja, trabajo…).

JOSU ITURBE

FOTOGRAFÍAS: MERTXE PEÑA



martes, 9 de diciembre de 2014

¿Y TÚ DE QUÉ VAS: DE VÍCTIMA O DE PROTAGONISTA?


El pasado día 10 de noviembre dimos comienzo en UGLE al curso de Excelencia Personal, centrado en el desarrollo personal basado en valores. El primero de estos valores fue el de la proactividad y respons(h)abilidad. Si la escribo con esa “h” es porque quiero recalcar que esa capacidad, que consiste en asumir radicalmente el hecho de que cada uno es el auténtico protagonista y responsable de lo que hace y no hace en cualquier circunstancia, es una habilidad que se puede aprender, desarrollar y mejorar.

Os lo van a explicar mejor las alumnas del curso. Aquí tenéis unas muy sugerentes y valientes reflexiones suyas sobre este primer tema que irán apareciendo en sucesivas entradas:



A decir verdad, se me hace muy difícil cambiar. No era consciente de la actitud negativa que adoptamos en general y, en el trabajo, me doy cuenta de algunas cosas tratadas en el curso. Por ejemplo, esa necesidad de buscar culpables de lo que nos pasa, en lugar de asumir nuestra responsabilidad. Y lo fácil que es ver los fallos de los demás. Tengo que confesar que todavía no he puesto en práctica lo aprendido en el curso, porque son muchos años actuando de la misma manera, pero es verdad que el cambio es necesario. No sé muy bien todavía cómo se puede utilizar lo aprendido en el curso para mejorar, cómo empezar a cambiar y cómo empezar a tomar otra actitud que me lleve, precisamente, a ser protagonista. Veo muy claro que es muy cómodo estar en el papel de víctima y no nos damos cuenta de que eso no nos beneficia. Una conclusión que yo saco es que ser libre y responsable no es tan fácil.
                                                                        AMAIA ALDANONDO



Cada vez  estoy más convencida de que no soy  responsable de mi propia vida.

No he aprendido a tener la iniciativa;  más bien me dejo llevar por las circunstancias y las personas que me rodean.

Me controlan las situaciones sin ser yo capaz de poder controlarlas.

Me defino a mí misma como una persona defensiva y autoprotectora.

Esto no es nuevo en mi vida, pero me doy cuenta de que hasta ahora no habría sido capaz de definirme como acabo de hacerlo.
ROSA LLORENTE







Proactividad: bonita palabra, la cual no estaba en mi vocabulario pero que, a veces, con mis acciones yo la utilizaba. Yo utilizo la expresión “coger el toro por los cuernos”, en vez de "proactividad", cuando tengo que hacer frente a situaciones que la mayoría de las veces no son de mi agrado, porque requieren replantearse muchas cosas en mi vida.

Puede ser algo tan pequeño como una discusión por el orden o limpieza de un cuarto, o tan grande como replantearte situaciones de mayor envergadura, como mi futuro laboral, familiar, etc.

La responsable de las decisiones que tome seré yo, y el miedo a no tomar la decisión correcta, hace que piense mucho en las consecuencias de mis actos.

Estoy aprendiendo que decir las cosas de diferente manera, surte un efecto más positivo, si soy consciente de ello y la manera de expresarlo, y repercute de manera más positiva en todo mi entorno.

Mi gran reto es seguir trabajando en ello y no desanimarme es mi objetivo principal en estos momentos.
                                                                              MANOLI PÉREZ


El martes me visitó un amigo: “¡no sé qué hacer, estoy agobiadísimo!”, “y eso”, “el trabajo me tiene superocupado, tengo tres reuniones, se me ha olvidado hacer lo que tenía que hacer por tercera vez…”. Se desahogó y se quedó a la espera de una respuesta, que durante muchos años solía ser: “¡Ea, ea! ¡qué injusta es la vida!, ¿verdad?”. Y se sorprendió con la nueva respuesta: “¿Y qué piensas hacer? ¿Igual deberías bajar el pistón?”. Era verdad, bajó el pistón, miró arriba y respiró. 

Esta persona era yo misma, mi YO bipolar, la que me dice lo que debería hacer (el motor automático, lo que es correcto y lo que no, la que decidía: “esto es así y punto y te lo comes con patatas”…) y la que, a la vez, me frena y me ayuda a estar (“si no te aporta nada, ¿por qué lo sigues haciendo? Lo has hecho lo mejor que podías, no lo puedes cambiar todo”).

Todos tenemos un YO que tendremos que desarrollar. En nuestras manos está potenciarlo o dejarlo estar, seguir adelante o dejarnos comer. Es nuestra respons(h)abilidad, solo nuestra. 
IDOIA RAMIREZ DE OKARIZ


FOTOGRAFÍAS: MERTXE PEÑA

jueves, 6 de noviembre de 2014

HANNAH ARENDT: UNA LECCIÓN SOBRE EL MAL DE UNA MUJER LIBREPENSADORA




El 20 de mayo de 1960, Adolf Eichmann, el que fuera teniente coronel de las SS nazis, responsable de la solución final y de las deportaciones masivas a los campos de concentración alemanes durante la segunda guerra mundial, fue secuestrado clandestinamente por el Mossad (Agencia de Inteligencia israelí) en Argentina, donde vivía con una identidad falsa, y trasladado a Israel para ser juzgado.

Hannah Arendt, filósofa y política alemana (y judía), asistió al juicio de Eichmann y, tras algunos artículos, escribió un libro titulado Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal. Este polémico libro le valió controversias, enemistades, acusaciones de traición y muchos problemas. ¿Por qué?

Teniendo en cuenta los crímenes espeluznantes que se le imputaban, Hannah Arendt fue al juicio de Eichmann esperando encontrarse con un monstruo, un ser de naturaleza perversa, la encarnación del mal radical, en suma. Pero se encontró con alguien normal y corriente, banal. Ella sostenía que, para llegar a cometer actos terribles no era necesario ser intrínsecamente “malo”, sino que bastaba con ser una persona normal que dejara de pensar, de discernir y establecer la diferencia entre lo bueno y lo malo. Así, cuando uno deja de discernir, poco a poco la línea que separa lo correcto de lo incorrecto, lo aceptable de lo inaceptable se va difuminando y uno se va despersonalizando, deshumanizando, hasta perder la conciencia moral, con lo que ya está listo para cometer determinados actos. De ahí que la responsabilidad individual de Eichmann (y de cualquier ser humano) no fuera tanto los actos concretos en sí (que también), sino el hecho de haber renunciado a su capacidad de pensar.

Sin duda, la obra y personalidad de esta mujer es mucho más rica y compleja y lo suficientemente atractiva como para indagar en ella. Os dejo este fragmento de un minuto y medio perteneciente a la película Hannah Arendt (Margarethe von Tottta, 2012), donde la filósofa defiende su tesis ante un grupo de alumnos y profesores que la han denostado porque entienden que calificar de “banal” a Eichmann es adoptar una postura demasiado suave, comprensiva y condescendiente con él. Os recomiendo que primero veáis y oigáis a la actriz Barbara Sokowa en su convincente papel de Hannah Arendt terminando su lección y luego, si queréis, la leáis.



“Desde Sócrates y Platón entendemos que el pensamiento es algo así como el diálogo silencioso que el alma tiene consigo misma. Al negarse a ser una persona, Eichman pasó a ser su propia víctima, renunciando sin saberlo a una de sus grandes facultades: la capacidad de pensar. Y, como consecuencia, cuando dejó de pensar, dejó de discernir. Fue la incapacidad de pensar la que hizo posible que muchos hombres, digamos normales y corrientes, cometieran actos de barbarie a una escala enorme, actos que nunca antes se habían visto jamás. Es cierto, he tratado estos temas desde una perspectiva principalmente filosófica. La esencia del pensamiento, del pensamiento al que me refiero, no es la del conocimiento, sino la que distingue entre el mal y el bien, entre lo bello y lo feo. Y lo que yo busco es que el pensar dé fuerza a las personas para que puedan evitar los desastres en aquellos momentos en los que todo parece perdido. Gracias”.

jueves, 23 de octubre de 2014

BRAVEHEART: ALGO MÁS QUE UNA PELÍCULA DE AVENTURAS




La vi por primera vez hace años, cuando fue estrenada en 1995. Entonces me pareció una simple película de escoceses e ingleses, de buenos y malos, de bonitos paisaje y encarnizadas batallas (si la vais a ver con niños, cuidado, porque tiene tres o cuatro escenas cruentas). Incluso caí en su día en la comparación simplona de los escoces con los vascos y de los ingleses con los españoles. La semana pasada la volví a ver con mi familia en la sesión de cine que organizamos los miércoles y, tengo que confesarlo, no es la misma película que vi hace 19 años. Aunque me siga pareciendo un tanto previsible y maniquea, al estilo de Holliwood, ahora creo que es un magnífico ejemplo de valores como la integridad y la honestidad, encarnados en el protagonista William Wallace. Dicho de otra manera, los buenos de la película son buenos porque creen apasionadamente en sus ideales y valores y son fieles a ellos, son buenos porque cumplen sus promesas y compromisos y porque son magnánimos con las otras personas, incluso con sus antagonistas. Y los malos son malos porque son ruines, porque no tienen valores, sino precio, y se venden por cualquier prebenda, pedazo de tierra o poder; son malos porque incumplen sus promesas y compromisos y porque tratan a las personas como medios para alcanzar sus fines. 

lunes, 13 de octubre de 2014

AHORA MÍRATE A LOS OJOS... Y DILO




Clica en el enlace debajo de este texto. Pon la pantalla completa. Entra sin reparos en la escena. Ponte los auriculares o sube el volumen. Saborea la musicalidad del idioma francés y lee los créditos en caso de que no lo entiendas. Imagínate que tú eres él (André) y déjate llevar por ella (Angela). No importa qué ha ocurrido antes ni qué ocurrirá después de esta escena. Te basta con saber que están ahí, delante de ti y que tú los observas. Responde a  las preguntas que ella te hace y haz lo que te pida que hagas. Da igual que seas tan reticente como él. Empatiza y simpatiza con él. Lee en su gesto cabizbajo el temor a mirarse a sí mismo. Métete dentro de su mirada doliente. Estás frente a él. Tú eres su espejo y él es el tuyo.  No apartes tu mirada. Aguanta el silencio…. Tú eres él y él es tú. Siente con él lo que todos alguna vez hemos sentido, da forma a las palabras necesarias, pronúncialas y deja que broten desde dentro.

Y ahora mírate al espejo... y dilo.