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Foto: Mertxe Peña |
Con estos ejemplos he querido poner de manifiesto que hay que hacer planes de convivencia en los centros escolares, claro, pues hay que encauzar de alguna manera las relaciones y los conflictos inevitables que van a surgir. Pero, aun siendo necesario, los
valores sobre los que se construye la convivencia humana no pueden encerrarse
en un proceso de calidad o en un plan temporalizado y repleto de objetivos,
acciones, estrategias y planes de mejora. La humildad, la responsabilidad, la compasión, la
generosidad, la autoestima, el respeto... son las semillas de la convivencia y hay que sembrarlas en casa y en la escuela, sí, pero en todo momento, no solo a golpe de silbato o cuando
toca según el proceso, porque los valores están en juego siempre y en cualquier lugar: en el saludo
del pasillo, en la conversación del patio, en el partido de fútbol, en el
claustro o reunión, en la forma de pedir el salero, antes de empezar la clase, durante y
después de terminarla...
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Foto: Mertxe Peña |
Los valores son como las flores y las plantas del jardín que pisamos diariamente, cuyas semillas hay que sembrar y regarlas. Y dejarlas crecer sin pretender que nuestros esfuerzos tengan un resultado inmediato. Incluso es posible que con algunas personas no logremos nada, pues son múltiples las influencias que recibimos y los condicionamientos que nos rodean. Por eso, habrá que esperar. Esperar a ver si de esas semillas crecen y maduran
personas sensibles, libres y (auto)críticas. Si lo conseguimos, algún día se
darán cuenta de que ellas abandonaron una vez la escuela, pero que la escuela nunca las abandonará a ellas.