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Foto: Mertxe Peña |
La única esperanza que he
mantenido a lo largo de estas semanas de agonía en torno a la lenta muerte de
Arcelor, es que hubiera dos negociaciones, una pública, que es la que
reflejaban los medios de comunicación, donde reinaba el desacuerdo; y otra
reservada, donde los poderes públicos y la dirección de la empresa llegaban a
algún acuerdo. Sin embargo, mucho me temo que Arcelor se cierra y, qué queréis
que os diga, si es verdad que “la vida media de las sociedades en España es de
11,69 años” (El Economista, 14-10-2015), lo raro es que haya durado tanto
tiempo. Aunque, quizá, sería más correcto decir que, desde que naciera en 1930,
la empresa ha muerto y resucitado cada vez que ha cambiado de accionista, (Esteban
Orbegozo, Acenor, Marcial Ucín, Aceralia, Arcelor, ArcelorMittal), o también se
podría decir que ha ido muriendo desde que empezó su lento pero continuado
declive.
Queda algún que otro cartucho,
como algún contacto o reunión que el alcalde Zumárraga y la consejera de Industria van a mantener con la dirección europea de ArcelorMittal. Pero, aun reconociendo el compromiso y perseverancia de Mikel Serrano y sin tener la información suficiente para valorar si la política del Gobierno Vasco ha sido acertada o no, yo no veo indicios de que el gigante del
acero vaya a mantener abierta una fábrica que muchos intuíamos
que era cuestión de tiempo que cerrara. Y que si no cerraba ésta, es porque
cerraba otra, entrando en la lógica endemoniada de este tipo de crisis:
suspirar de alivio cada vez que se cierra otra que no es la tuya.
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Foto: Mertxe Peña |
Y a partir de aquí, ¿qué? Pues,
por una parte, espero que cada persona o familia consiga resolver de la mejor
manera posible el dilema que se le presenta. Por otra parte, espero que todos,
afectados directos (trabajadores, familiares, transportistas...) e indirectos (el resto de la comarca),
pasemos el duelo con todas sus fases: negación, enfado, negociación, depresión
y aceptación. La aceptación no significa estar de acuerdo con lo ocurrido o
resignarnos a un futuro gris y decadente para este valle. La aceptación
significa dejar de luchar contra la realidad, dejar ya de malgastar nuestras
fuerzas en intentar cambiar decisiones ajenas que parecen irreversibles, dejar de
fijarnos en lo que no está en nuestras manos y empezar a centrarnos
exclusivamente en lo que depende de nosotros. Porque, ¿es posible imaginarse un
Zumarraga-Urretxu sin Arcelor, sobre todo para quienes no hemos conocido otra
cosa? ¿Es posible un futuro sin Arcelor? ¿Hay vida más allá de Arcelor?
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