domingo, 10 de mayo de 2020

¿ES POSIBLE SER FELIZ SIN CIERTA DOSIS DE CONFORMISMO?

Interesante y compleja cuestión la del jueves 7 de mayo, en la que relacionamos la felicidad con el conformismo. Si entendemos la felicidad como una situación que depende de muchos factores y la comparamos, por lo tanto, con un puzzle, ¿el conformismo sería una pieza de ese puzzle? Y si lo fuera, ¿qué tamaño o trascendencia tendría en nuestra felicidad?

De eso estuvimos dialogando Ana, Christian, Diego, Enrique, Iskandar, Itsaslore, Javier, Lourdes, Maialen, Mª Carmen, Martxeli y yo de 18:00 a 20:30.

Nada más comenzar la sesión nos dimos cuenta de la necesidad de llevar a cabo una de las funciones básicas de la filosofía: clarificar los términos que íbamos a utilizar. El concepto de felicidad, tal y como es definido por la RAE no fue problematizado ("estado de satisfacción física y espiritual"). Lo que sí se problematizó fue el modo de conseguir ese estado. Por una parte, la felicidad sería el resultado de lograr llevar a cabo determinados deseos, y sería, por lo tanto, una felicidad que vendría de fuera; por otra, la felicidad no vendría de ningún sitio, sino que ya estaría potencialmente en nuestro interior, en ese estado esencial de serenidad espiritual y aceptación del propio ser. También se propuso la idea de que la felicidad está en la memoria. Según este concepto de felicidad, la felicidad depende del relato que nos hacemos sobre el pasado, relato que incluye olvidos, engaños o adaptaciones para que no nos moleste demasiado, y de esta manera consigamos vivir "felizmente" reconciliados con nuestro pasado.

Sí se problematizó la definición de conformismo, ya que la definición que da la RAE y Google son casi idénticas pero difieren en un matiz importante. Las dos hablan del conformismo como de la "actitud de adaptarse a cualquier circunstancia pública o privada", pero la definición de Google añade algo que coincide con el uso habitual de este término: "actitud de adaptarse a cualquier circunstancia pública o privada, especialmente cuando es adversa o injusta". Este matiz aporta a la definición de conformismo una connotación peyorativa que la RAE no recoge.

A los pocos minutos apareció otro término próximo al conformismo: aceptación, e intentamos establecer alguna diferencia entre ambos. Hubo bastante consenso en que el conformismo ante una situación no implica su aceptación, no implica estar de acuerdo con ella. Podemos conformarnos con esto o aquello sin darle nuestro asentimiento o nuestra aceptación. Sin embargo, la aceptación de algo implica comprenderlo, darle nuestro sí o asentimiento e integrarlo en nuestra vida. Y esta aceptación conlleva el conformismo. Por eso, para denominar al conformismo sin aceptación se propuso otro término también próximo: la resignación, que sería algo así como conformarse con algo desde la amargura pero no aceptándolo. No obstante, también se habló del conformismo como de una adaptación a las circunstancias para encontrar un confort entre ellas y el sujeto, un cierto "confortmismo" (curioso neologismo).

Por otra parte, también apareció la muy extendida plegaria de la serenidad: "Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar las que puedo cambiar, y sabiduría para distinguir la unas de las otras". Esta idea estaba ya en los filósofos estoicos de los siglos III y II a. C. Hubo acuerdo en que, ante lo que no podemos cambiar, por muy negativo que sea, lo más sensato es la aceptación y el conformismo. Querer cambiar lo que no está en nuestra mano cambiar nos lleva a la frustración, y ésta es incompatible con la felicidad. Por lo tanto, no podemos ser felices si no aceptamos (nos conformamos) lo que no podemos cambiar. Ahora bien, ¿cómo actuar ante lo que sí podemos cambiar? Y sobre todo, ¿cómo distinguir lo que sí y lo que no podemos cambiar? Algunas cosas las vemos claras: sé que algún día debo morir y no puedo hacer nada por cambiar ese destino, como mucho retrasarlo. Tampoco podemos cambiar las inexorables leyes de la naturaleza (como lo estamos comprobando con el virus o el cambio climático). Pero, ¿podemos cambiar la sociedad o el sistema en el que vivimos? Parece que la respuesta es que sí, pues, tal y como distinguían los primeros filósofos griegos: fisis es el conjunto de leyes naturales que se nos imponen, mientras que nomos es la ley que nos damos, fruto de una convención y que, en principio,  podemos cambiar.

Ante esta pregunta de cómo actuar hubo distintas posturas. Unas apuntaban hacia la búsqueda de la paz y la tranquilidad (ingredientes de la felicidad) que provienen de la aceptación del aquí y del ahora y de un cierto conformismo, mientras que otras posturas apuntaban más bien hacia el inconformismo. Pero, ¿cómo saber cuándo debo pasar del conformismo al inconformismo? Pues se dieron tres criterios: la injusticia, la parálisis y el sufrimiento. Así que, si en un principio se concluyó que no podemos ser felices sin una cierta dosis de conformismo, también se concluyó lo contrario, que no podemos ser felices sin una cierta dosis de sin cierta dosis de inconformismo... ante situaciones de injusticia, parálisis y sufrimiento, tres factores que sobrepasarían la "dosis" de conformismo. Alguien propuso la teoría del término medio aristotélico para buscar un equilibrio entre conformismo e inconformismo. Esto nos llevaría a otro interesante debate: ¿qué tipo de injusticia, parálisis o sufrimiento justificaría el inconformismo? (Y que quizá lo planteemos en el próximo café).

En fin, lo importante es que, a pesar de la muerte o también con ella... ¡podemos ser felices!

Os dejo con un delicado poema de Luis Cernuda (1902-1963) que se leyó en el café:

Verdor nuevo los espinos
tienen ya por la colina,
toda de púrpura y nieve
en el aire estremecida.

Cuántos cielos florecidos
les has visto; aunque a la cita
ellos serán siempre fieles,
tú no lo serás un día.

Antes que la sombra caiga,
aprende cómo es la dicha
ante los espinos blancos
y rojos en flor. Vé. Mira. 

Gracias a los participantes y a los que seguís los cafés por estas páginas y hasta el próximo café filosófico que será, seguramente, dentro de dos semanas. Ya os avisaré




1 comentario:

  1. Interesante, pensativa, última sesión. Si con el coronavirus hemos constatado que nuestras vidas están algo compartidas, que no hay casi nadie a salvo, y que la solución más conveniente viene de la cooperación en todos los ámbitos, qué decir también de algo que nos une desde el principio de nuestra especie : la felicidad, la afirmación de estar vivo y sus múltiples expresiones. Si suponemos que el primer acto cognitivo es el de un homínido que se da cuenta de que va a morir y la pregunta consecuente que se hace, el tiempo que le deja la lucha por sobrevivir en su amenazada existencia, es la de qué sentido tiene la vida, las primeras respuestas halladas puede que sean las que se han encontrado en los espacios rituales de los campamentos de estos cazadores recolectores. Adornos abalorios...una celebración consciente, ante/sobre la muerte, de sí mismos, de sobre-vivir, de estar allí. Si esa especie de felicidad vital, de afirmación de la vida, fue una acto de la consciencia, y si el pensar es algo que nos constituye como especie, qué mejor sentido puede tener que el de ayudar a la búsqueda del buen vivir. Y qué hace si no un profesor de filosofía que contribuye -¿fuerza? - a que sus alumnos piensen por sí mismos, más que el de ayudarles a reconocerse felizmente humanos. Citamos la frase, tan bien construida en dos partes, de Clément Rosset : "Ser feliz es siempre ser feliz a pesar de todo", un asentimiento, un aquí estoy a pesar de que todo es finito.No es una negación de la experiencia humana, es el propósito de asumir que somos humanos y nada más que humanos y construir los momentos de felicidad sin perder el mundo de vista, vivir la realidad sin esperar redenciones. Por eso hice referencia a algunas cercanas concepciones de mundo que ofrecen sacrificio y sufrimiento-si puede ser para los demás-, a cambio de paraísos-para ellos- futuros. ( Con otro acento escribe Santiago Alba Rico en la revista CTXT en un artículo titulado SOBRE EL DERECHO A SUFRIR ).
    Se asocia la filosofía a la cara seria, al ceño fruncido, pero el pensar es imaginar y en palabras de Peter Sloterdijk "la esencia del pensamiento es recordar y lo que debes recordar es el hecho de que hemos estado muy cerca de la esencia divina y lo único que has de hacer para eliminar los obstáculos que no te permiten alcanzarla es recordar claramente. Básicamente, debería tratarse de felicidad".
    Estaba pensando acerca de las diferencias entre nuestras reuniones presenciales de hace unos meses y estas sesiones virtuales de ahora, y la influencia del lenguaje cinematográfico. He observado que hay más, digamos, cuerpo a cuerpo, sobre todo por la abundancia de primeros planos que quizás permiten tener una mayor sensación de intimidad entre Pello y cada uno de nosotros, en una especie de sucesivos planos/contraplanos, que favorecen el diálogo. Una paradoja sin duda, lejanía física objetiva y cercanía virtual subjetiva. Bueno, ganas de darle vueltas.
    Hasta pronto y gracias

    ResponderEliminar