Uno nunca sabe el efecto que las actividades de clase pueden tener en
los alumnos. A veces, me parece que los cursos se suceden unos detrás de otros
como si de una noria se tratara, de la que bajan grupos de jóvenes y suben
otros con caras más bien de indiferencia. Tras terminar el Bachillerato, algunos alumnos me piden que deje de enviarles los artículos filosóficos de este blog, como si se libraran con alivio de un castigo. No obstante, de vez en cuando me ha
parado alguno por la calle y me ha confesado que recuerda gratamente algo que
dijimos en una clase de la que yo ya estoy olvidado y que para él fue revelador, o algún otro que al cabo
de unos años entendió algo que en su momento no entendió y ha reconocido su
valor. Es normal y a mí me pasa lo mismo. Cada uno va despertando y adquiriendo conciencia
de las cosas desde lugares distintos y a ritmos distintos. Hace un tiempo, por
ejemplo, contacté a través de Facebook con mi profesora de Francés de COU (actual 2º de Bachillerato), a la
que le di las gracias porque, además de enseñarme francés, me mostró algunos
valores de la cultura francesa que, para un joven de 17 años como yo que
provenía de una enseñanza religiosa estrecha y un nacionalismo cerril, supuso un soplo
de aire fresco y una apertura mental impagable. Quizá para ella, por ejemplo, hacernos
escuchar, traducir y comentar Le métèque de Georges Moustaki fue un ejercicio más, pero a
mí me lanzó hacia un cambio personal que todavía continúa.
Hace unos
meses, recibí la carta de una alumna que describía la experiencia que tuvo en
una clase de Filosofía donde hablamos sobre el sentido de la vida. La voy a
compartir porque es un acto inusual que requiere valor (coraje) y al que doy
mucho valor (importancia) y que, además, es muy gratificante para un docente.
*******************************
Hola Pello:
Estaba yo hablando con mis amigas y me
he acordado de este texto que te escribí en su momento y que no me atreví a
mandarte. Comentando el tema, me han animado a enviártelo. Te lo mando porque
me quedé con ganas de hacerlo.
Me desesperé cuando nos diste solo cinco minutos para pensar sobre ello. Esa era una de las preguntas que habían rondado en mi cabeza durante años y me estabas pidiendo que lo decidiera en cinco minutos. Me agobié muchísimo. Una compañera me dijo que pusiera cualquier cosa, que daba igual, que solo era un ejercicio de clase y que no me tenía que agobiar tanto por eso... y eso hice. En contra de mis creencias, puse algo tan básico y superficial como "la familia". Me llevé una desagradable sorpresa cuando empezaste a leer los papelitos. ¿Cómo es que más de la mitad de la clase de 2º de Bachillerato puede pensar que la familia es lo que da sentido a la vida? Mi cara era todo un poema ante esa respuesta del nivel de un niño de 7 años. O sea, ¿cómo una cosa independiente de ti puede ser tu sentido de la vida? ¿Con esto me estás diciendo que si tu familia no estuviera te suicidarías? ¿Tu vida es realmente tuya si el sentido de TU vida depende de otro ser humano? ¿Tan vacío hay que estar por dentro?
Sé que es un poco raro mandarte esto ahora, pero ya que estaba escrito, no quería quedármelo para mí sola.