Un momento del café filosófico del día 19 de julio. Fotografía: Mertxe Peña |
Por mi parte, me gustaría sacar algunas
conclusiones y hacer algunas reflexiones sobre la forma en que se han
desarrollado estos cafés y otras experiencias similares:
·
Hay un sector de la ciudadanía que echa en
falta algo que es inherente a la propia convivencia y a la propia democracia:
un lugar donde pensar, reflexionar y argumentar en torno a los problemas y
asuntos que se abren o llevan abiertos mucho tiempo en cualquier ámbito.
·
El pensamiento crítico (el verdadero, no
ese que te lo vende hoy cualquiera) es un arma poderosa y eficaz y requiere un
aprendizaje de cirujano que distinga entre definir, explicar, interpretar,
criticar… y otras operaciones del pensamiento.
· Es muy importante para
cualquier persona o grupo de cualquier tipo "parar", bajar de la
rueda del hamster y pensar a un ritmo distinto del ritmo que imponen la propia
actividad laboral, económica o las redes sociales. El pensamiento crítico se parece
más al ajedrez que al pin-pon. Ya lo dijo Voltaire: "La razón es el acuerdo
al que llegan los hombres cuando están tranquilos". Sin calma, sin
tranquilidad, sin sosiego no hay análisis, no hay profundización, no hay
reflexión: todo es barullo, ruido, confusión, prisa... sin saber muy bien
adónde vamos ni para qué.
·
Hay una cierta ansiedad por hablar y por
decir cosas, pero no por reflexionar sobre lo que hablamos y decimos. Cuando en
muchos momentos del café paro la discusión para analizar algo, algunas personas
se sienten contrariadas e incómodas.
·
También hay cierta necesidad de aferrarse
a las ideas y opiniones, de basar nuestra identidad en ellas, de reafirmarse en
ellas, mientras que el café filosófico pretende justamente lo contrario: considerar
nuestras ideas como simples hipótesis que verifico si funcionan o no en el
diálogo con los demás y, si gracias a los demás veo que no funcionan, las
cambio. Y este es uno de los grandes problemas, ya que, si me identifico
excesivamente con mis ideas y veo que tengo que cambiarlas, eso puede suponer
un cambio de identidad y esto da mucho vértigo (¿Quién soy yo si ya no pienso
así?). No me extraña que Kant dijera ATRÉVETE... a pensar por ti mismo.
·
Existe mucha dificultad para salir de uno
mismo. Se repite mucho eso de "para mí": "para mí esto",
"para mí lo otro"... mientras que los cafés filosóficos pretenden ser
un lugar donde aparquemos los "para mí" y busquemos lo que sería
racional y razonable para CUALQUIER ser humano. El vacío circular que veis en
la foto hay que llenarlo con la Razón, no con los "para mí". ¿Os
acordáis de aquel proverbio de Machado?
¿Tu
verdad? No, la Verdad.
Y
ven conmigo a buscarla.
La
tuya, guárdatela.
·
Por último, aunque es un CAFÉ filosófico, casi nadie ha tomado ni café, ni infusiones, ni han llevado una petaca... nada. Solo
he llevado mi botellín de agua. ¿Por qué?
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