Un momento del café filosófico del 12 de julio. Fotografía: Mertxe Peña |
El pasado día 12 de julio nos
reunimos dieciocho personas en el café filosófico, algunas de las cuales repetían
y otras se incorporaban por primera vez. El tema giró en torno al amor
romántico y el resumen de la sesión lo tenéis a la derecha, en el
apartado del café filosófico.
Como suelo explicar al inicio del café, más que un foro para hablar,
el café filosófico pretende ser un lugar para pensar, para pensar sobre lo que
hablamos y para introducir un poco de orden, claridad y rigor en nuestros
pensamientos. Para ello, trabajamos los siguientes aspectos:
- Regular la impulsividad y la ansiedad por hablar.
- Lentitud: pensar se parece más al ajedrez que al pin-pon.
- Permitir los silencios entre las respuestas.
- Mucho más importante que opinar es argumentar.
- No identificarse con las ideas y considerarlas hipótesis.
- Comprender, escuchar y reformular lo que otros dicen.
- Acostumbrarse a la discrepancia.
- No tener miedo a la crítica, al error.
- Hacer consciente el propio pensamiento y las actitudes que van apareciendo.
- Solo se puede hablar al grupo después de pedir la la palabra y de que te la dé el moderador.
- Hablar alto, claro y despacio para poder articular adecuadamente el pensamiento.
- Antes de hablar hay que manifestar el propósito o intención y verificar después si se ha cumplido.
- No levantar la mano mientras alguien está hablando, no quitar a nadie la palabra.
- Considerar a los compañeros colaboradores del pensamiento, no contrarios.
Hoy hablaremos sobre si debemos cultivar la
dimensión espiritual.
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