Es posible que
dentro de muy poco cumplas 18 años y puedas votar, convirtiéndote plenamente en
ciudadano. Digo plenamente porque ejercemos de ciudadanos no solo votando, sino
haciendo con nuestros actos que la sociedad sea de una manera o de otra. Quiero
decir que, por ejemplo, si haces una huelga para protestar por algo o si la
haces solo por coger un día de fiesta, si echas una lata al suelo o si la
reciclas, si te haces socio de una ONG o si vives ajeno a los problemas de los
demás, si voceas en las redes sociales o si prefieres dialogar razonadamente, si
te informas y piensas sobre los problemas de tu sociedad o si no quieres saber nada
de ellos… con cada una de esas opciones ya estás ejerciendo de ciudadano…
aunque no votes. Podríamos decir, incluso, que el conjunto de tus actos sería algo
así como tu “programa electoral”. Pues bien, en los próximos días y meses vas a
poder votar por primera vez para elegir a quienes nos van a gobernar en los
distintos niveles en que se reparte el poder: ayuntamientos, diputaciones,
parlamento español y parlamento europeo.
Por si te sirve de
ayuda, he aquí un decálogo de ideas muy generales sobre la política para que reflexiones sobre ellas:
1.En primer lugar, no
seas idiota, que es como denominaban los griegos que inventaron la democracia a
los que se desentendían de los asuntos públicos y pasaban olímpicamente de
participar en las cuestiones de su comunidad. En política, lo contrario de ser idiota es ser político, que en un principio quería decir simplemente “ciudadano”, habitante de la polis o ciudad. Por lo tanto, político era cualquier ciudadano que se implicara en la cosa pública. La democracia en la que vives
necesita que seas político, no idiota.
2.Aun reconociendo
sus imperfecciones, no hagas caso a quien desprecie la democracia en la que
vives. Todos los intentos de superar la democracia por la derecha o
por la izquierda, han terminado en dictaduras en las que los derechos humanos
individuales, que son la esencia de la democracia, han sido violados. Y, si no, echa la vista hacia atrás, tal y como lo haces cuando estudias Historia, no
vas a encontrar ningún camino triunfal de rosas que nos haya traído hasta aquí.
Más bien, encontrarás un camino de espinas lleno de infamias, sangre y dolor.
3.Olvídate del
Estado, la nación, la patria o la sociedad perfecta donde todos estemos en todo
satisfechos. No existe y no hagas caso a quien te lo quiera vender, y menos de
hoy para mañana. La democracia es perfectible, pero no es perfecta,
sencillamente porque los seres humanos no somos perfectos, y menos cuando nos
agrupamos. Lo que sí se puede es ir introduciendo cambios para disuadir a quien tenga
la tentación de corromperse, abusar de su poder o imponerse por la fuerza, para que no lo haga o se lo piense dos
veces, pero es imposible que desaparezcan esas personas, y mucho menos en nuestra democracia, donde cualquiera puede acceder al
poder (incluso tú mismo). De ahí que Platón tuviera tantas reticencias ante esto, pues en su época también accedían al poder personas sin escrúpulos cuya finalidad era cualquiera menos el beneficio común.
«Equilibrio entre ideologías». Foto: Mertxe Peña |
5.No caigas tan bajo
de utilizar el juego sucio contra quien no piensa como tú. Jugar sucio es
insultar, denigrar, humillar a alguien por sus ideas. Jugar sucio es falsear,
tergiversar, manipular, ocultar… informaciones o declaraciones de otras personas
porque no te interesan; es inventar bulos y rumores sobre alguien o acusarle sin
pruebas; es dejarte llevar por prejuicios y renunciar a pensar por ti mismo; es dar la
razón o quitársela siempre al mismo partido o persona solo porque es de los tuyos. Desgraciadamente, las redes sociales,
formidables herramientas que podrían servir para establecer grandes debates, se
han convertido en lugares donde, más que intercambiar y argumentar ideas, se
practica el juego sucio. No te dejes llevar por ese juego. Además, piensa que cuando insultas, más que describir a la
persona que insultas, te estás describiendo a ti mismo y, sobre todo, tu impotencia y
arrogancia. En su lugar, intenta averiguar en qué aspecto concreto no estás de
acuerdo con quien previamente hayas hecho un esfuerzo por comprender y
busca un argumento para rebatirle. O utiliza el humor inteligente para resaltar
sus contradicciones, pero siempre respetando su dignidad.
(Continuará)
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