jueves, 18 de abril de 2019

¡BIENVENIDO A LA POLÍTICA, JOVEN! (1)

Es posible que dentro de muy poco cumplas 18 años y puedas votar, convirtiéndote plenamente en ciudadano. Digo plenamente porque ejercemos de ciudadanos no solo votando, sino haciendo con nuestros actos que la sociedad sea de una manera o de otra. Quiero decir que, por ejemplo, si haces una huelga para protestar por algo o si la haces solo por coger un día de fiesta, si echas una lata al suelo o si la reciclas, si te haces socio de una ONG o si vives ajeno a los problemas de los demás, si voceas en las redes sociales o si prefieres dialogar razonadamente, si te informas y piensas sobre los problemas de tu sociedad o si no quieres saber nada de ellos… con cada una de esas opciones ya estás ejerciendo de ciudadano… aunque no votes. Podríamos decir, incluso, que el conjunto de tus actos sería algo así como tu “programa electoral”. Pues bien, en los próximos días y meses vas a poder votar por primera vez para elegir a quienes nos van a gobernar en los distintos niveles en que se reparte el poder: ayuntamientos, diputaciones, parlamento español y parlamento europeo.

Por si te sirve de ayuda, he aquí un decálogo de ideas muy generales sobre la política para que reflexiones sobre ellas:

1.En primer lugar, no seas idiota, que es como denominaban los griegos que inventaron la democracia a los que se desentendían de los asuntos públicos y pasaban olímpicamente de participar en las cuestiones de su comunidad. En política, lo contrario de ser idiota es ser político, que en un principio quería decir simplemente “ciudadano”, habitante de la polis o ciudad. Por lo tanto, político era cualquier ciudadano que se implicara en la cosa pública. La democracia en la que vives necesita que seas político, no idiota. 

2.Aun reconociendo sus imperfecciones, no hagas caso a quien desprecie la democracia en la que vives. Todos los intentos de superar la democracia por la derecha o por la izquierda, han terminado en dictaduras en las que los derechos humanos individuales, que son la esencia de la democracia, han sido violados. Y, si no, echa la vista hacia atrás, tal y como lo haces cuando estudias Historia, no vas a encontrar ningún camino triunfal de rosas que nos haya traído hasta aquí. Más bien, encontrarás un camino de espinas lleno de infamias, sangre y dolor. 

3.Olvídate del Estado, la nación, la patria o la sociedad perfecta donde todos estemos en todo satisfechos. No existe y no hagas caso a quien te lo quiera vender, y menos de hoy para mañana. La democracia es perfectible, pero no es perfecta, sencillamente porque los seres humanos no somos perfectos, y menos cuando nos agrupamos. Lo que sí se puede es ir introduciendo cambios para disuadir a quien tenga la tentación de corromperse, abusar de su poder o imponerse por la fuerza, para que no lo haga o se lo piense dos veces, pero es imposible que desaparezcan esas personas, y mucho menos en nuestra democracia, donde cualquiera puede acceder al poder (incluso tú mismo). De ahí que Platón tuviera tantas reticencias ante esto, pues en su época también accedían al poder personas sin escrúpulos cuya finalidad era cualquiera menos el beneficio común.

«Equilibrio entre ideologías». Foto: Mertxe Peña
4.Reconoce y acepta a quien no piense como tú y aprende a comprender la parte de razonable que puedan tener sus planteamientos, aunque no los compartas. Y, para comprenderle, tienes que dejar que hable, escucharle y preguntarte qué razones puede tener para pensar así. La política en democracia consiste en guardar un delicado y frágil equilibrio entre las distintas ideologías que coexisten, permitiendo que todas ellas (y no solo la tuya) consigan en parte (solo en parte y dependiendo de los votos que reciban) sus intereses. Cuando ese delicado equilibrio se rompe y una parte obtiene todo y los demás nada, aparecen los totalitarismos. Por eso, lo normal en democracia es que nadie esté nunca totalmente satisfecho. Los únicos que están totalmente satisfechos son, precisamente, los dictadores totalitarios.

5.No caigas tan bajo de utilizar el juego sucio contra quien no piensa como tú. Jugar sucio es insultar, denigrar, humillar a alguien por sus ideas. Jugar sucio es falsear, tergiversar, manipular, ocultar… informaciones o declaraciones de otras personas porque no te interesan; es inventar bulos y rumores sobre alguien o acusarle sin pruebas; es dejarte llevar por prejuicios y renunciar a pensar por ti mismo; es dar la razón o quitársela siempre al mismo partido o persona solo porque es de los tuyos. Desgraciadamente, las redes sociales, formidables herramientas que podrían servir para establecer grandes debates, se han convertido en lugares donde, más que intercambiar y argumentar ideas, se practica el juego sucio. No te dejes llevar por ese juego. Además, piensa que cuando insultas, más que describir a la persona que insultas, te estás describiendo a ti mismo y, sobre todo, tu impotencia y arrogancia. En su lugar, intenta averiguar en qué aspecto concreto no estás de acuerdo con quien previamente hayas hecho un esfuerzo por comprender y busca un argumento para rebatirle. O utiliza el humor inteligente para resaltar sus contradicciones, pero siempre respetando su dignidad.  

(Continuará)

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