Este miércoles 7 de julio continuaremos con el siguiente café filosófico. Será a las 19:00 horas en la Casa de Cultura de Zumárraga.Por lo que respecta al café de la semana anterior, pasamos del grupo habitual de junio de 5 personas a otro mayor de 11, lo cual demuestra que el diálogo filosófico es minoritario pero, por eso mismo, necesario. Lo guio Itsaslore y yo adopté el rol de participante. Se propusieron las siguientes preguntas como punto de partida del café filosófico, todas ellas interesantes:
¿Cómo influye el capitalismo en la toma de decisiones?
¿Por qué consumimos prostitución?
¿Existe la verdad?
¿Contribuye la ciencia al progreso?
¿Necesita un sistema alternativo el sistema democrático?
Por votación y mayoría, decidimos filosofar sobre la primera pregunta: ¿Cómo influye el capitalismo en la toma de decisiones?
Comenzamos aclarando que, como el aire que respiramos, el sistema capitalista nos rodea al igual que el agua al pez, que ni siquiera cae en la cuenta de que lo rodea. Quizás, apunta otra persona, no podamos decir que “vivamos” sino que “existamos” en un sistema tal, reflexión que dejó en el aire una interesante pregunta metafísica: ¿es lo mismo vivir que existir? Se propuso que, siendo la economía la infraestructura de la sociedad, el capitalismo influye en todos los niveles, ya sea político, social, ético, de roles…
Nuestra toma de decisiones se ve claramente influida por el sistema capitalista, y, contestando a la pregunta, influye en nosotras incitándonos a consumir, a comprar. Esta idea se replanteó más adelante como “excitación del de
seo de consumir”, para lo cual la condición básica es que la población tenga capacidad para consumir.
Problematizamos la pregunta planteando si es el nuestro realmente un sistema democrático en el que la población puede tomar decisiones que incidan en el plano político, y hubo posturas diferentes. Una persona no dudó en tildar al sistema como “ademocrático”, añadiendo que una élite económica toma todas las decisiones según sus intereses, e inventando, a partir de esa propuesta, el neologismo “hagoloquemedalaganacrático”. Frente a esta postura, hubo quien apuntó que no vivimos (aún) en una sociedad capitalista, aunque sí en una economía tal, y la definió como democracia liberal, rincón de derechos individuales. No todos los presentes coincidían con esta idea, y hay quien propuso el sistema capitalista como fuente de desgracias e incapacidades, incluso como un sistema que nos niega el derecho a ser felices. A esto se añadió que vivimos en un momento de crisis de valores, y en una sociedad antropocéntrica, que utiliza el mundo como objeto de consumo. Tener esta perspectiva del mundo no solo hace daño al entorno, se precisó, sino también a uno mismo.
Se repitió el sujeto “ellos”, “los de arriba”, para hablar de la élite de poder económico con influencia en las decisiones políticas. Y una persona puntualizó que deberíamos hablar desde el “yo”, es decir, poner consciencia en cómo cada una actúa e influye desde el entorno más cercano al global. Poner consciencia a partir de sensibilizar a la población e informar con transparencia, sería, desde su punto de vista, el camino para hacer un mundo más igualitario.
Coincidían varias personas en que el sistema capitalista, como antes se ha apuntado, influye en la medida en que mueve hacia el consumo el deseo de las personas. Se aclaró que lo consigue por diferentes medios, mencionándose: la publicidad, un sistema educativo que no fomenta la consciencia sobre las propias decisiones, la sobreinformación, el miedo, la amenaza del control digital y las leyes restrictivas amparadas por el poder del capital. Influye incluso, se sumó, en el objetivo de vida, ya que se nos plantea la acumulación de riqueza como valor supremo al que aspirar.
Hubo quien veía que había aún personas que viven fuera de este sistema capitalista, en comunidades o tribus, a las cuales no llega ese influjo consumista, o quizás, llegó en su momento y renunciaron a ello construyendo un espacio de vida no capitalista.
Terminamos debatiendo sobre la pertinencia y el sentido de consumir en el comercio local, analizándolo desde una perspectiva global, apuntando sus amenazas y posibilidades, así como señalando las dificultades o no dificultades, según posturas, de desarrollarse como individuos y como empresarios en el sistema capitalista.
Para dar fin al café, cada persona mencionó una palabra que resonaba en su mente tras este café: humildad, criterio, complejidad, responsabilidad, contradicciones, autocrítica, dueño, conciencia y desenfoque.