lunes, 2 de marzo de 2015

LAS 10 MEJORES COSAS QUE HE APRENDIDO O DESCUBIERTO ESTANDO DE BAJA

Como muchos de vosotros sabéis, el 25 de noviembre resbalé en una acera, hice la tijera y sufrí una rotura y desplazamiento del peroné izquierdo, lo cual agravó la rotura. A los dos días fui intervenido y me colocaron una pequeña placa con unos clavos. Al cuarto día fui dado de alta en el hospital y de baja en el trabajo y comenzó mi postración con media pierna izquierda escayolada. El 8 de enero me quitaron la escayola y, en lugar de aparecer una pierna raquítica, apareció un pie que se parecía más al de Frodo o cualquier hobbit, que a su pareja. A un ritmo muy lento, la pierna sigue deshinchándose y, según el médico, necesitaré entre tres y seis meses para que el tobillo me quedé bien y un año para que se me olvide el accidente. Y no podré volver a correr hasta que hayan transcurrido, por lo menos, seis meses.

Sé que de pequeño me rompí un brazo, pero no tengo ningún recuerdo. Y hace pocos años tuve la baja más larga que he tenido en los 25 cursos que llevo dedicándome a la docencia: tres días. Por eso, estos tres meses y una semana han supuesto una experiencia peculiar e inaudita, de la que he intentado sacar el máximo beneficio posible. Así pues, ¿queréis saber qué ha sido lo mejor de estos tres meses y pico?

1. Darme cuenta de que poder estar tres o cuatro meses de baja, como voy a estar, cobrando íntegramente el sueldo es un enorme logro laboral y social  visto con una cierta perspectiva histórica en nuestro entorno vasco-español-europeo y un lujoso privilegio comparado con las condiciones de miseria, explotación y desamparo que sufren en el trabajo millones de personas en el mundo.

2. Los masajes que mi mujer Mertxe me ha dado en el pie y en la pierna izquierda por la mañana y, a veces, hasta por la noche a partir del 8 de enero. Y no solo los masajes, sino su ayuda inestimable para cualquier cosa, pues le ha tocado bregar con todo, especialmente cuando, en plenas navidades, yo estaba escayolado e impedido para hacer nada... y la casa llena de familiares.

3. El contacto físico es una necesidad básica que pertenece a nuestra naturaleza humana y que la compartimos con otros primates. De acuerdo. Pero ver a mi hijo Paulo de 7 años acercarse con una sonrisa desdentada y con cara risueña a mi sillón a las 8:15 de la mañana y abrazarlo por un lado y por otro y darle un beso-mordisco en su mejilla tierna mientras nuestros cuerpos se van ajustando y buscando el abrazo largo y perfecto es… difícil de explicar. 

4. Comprobar hasta qué punto no somos sino el personaje que vamos construyendo con nuestros roles. El personaje que subió a Urgencias el 25 de noviembre ( o sea, yo: profesor y padre imprescindible), después de que el médico traumatólogo le comunicará que tenía una rotura, desplazamiento y necesidad de operar, le preguntó a ese mismo médico traumatólogo si estaba seguro de que en la radiografía se veía una rotura, porque “tengo que recoger a mi hijo a las cuatro y media y luego cursillo”. A lo que el médico respondió al personaje (o sea, a mí) con una mirada que traducida en palabras sería algo así como “Este tío (o sea, yo) es gilipollas”. Ahora, aunque no me he desprendido del todo de mi personaje, me puedo distanciar de él, observarlo cuando actúa, impedir que se envanezca demasiado y hasta reirme de sus ocurrencias.  


5. Al principio ni lo veía, hasta que uno de esos pocos días soleados que hemos tenido, alcé casualmente los ojos y percibí cómo un fino haz de luz se posaba hacia las 9:10 de la mañana en la pared situada frente a mi sillón. Poco a poco, a medida que el sol iba subiendo, el haz de luz iba aumentando de tamaño y tomando la forma de la ventana por donde entraba. De forma imperceptible, se desplazaba por los muebles y reptaba por la pared hasta que desaparecía. Esta contemplación del haz de luz hizo que fuera acoplando mi sensación temporal interna al ritmo lento que ese ocasional y brillante sol mañanero iba marcando. Esta contemplación de un haz de luz, se ha convertido, no os lo vais a creer, en toda experiencia estética avivada por la música, y me ha desvelado una dimensión transcendente del mundo. Y, pese a que este tipo de vivencias son intransferibles (y menos por vídeo), os dejo un pequeño fragmento de una de esas experiencias grabada con el Canon de Pachelbel como música de fondo. Aunque no lo notéis, la luz se va desplazando. 




Continuará…

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