Hace unos años, cuando estuve de
presidente de la Asociación de Padres del colegio Gainzuri, se
celebró un acto en Vitoria al que asistí junto a algunas profesoras
y me pidieron que escribiera algo sobre el tema de la convivencia. El
resultado fue un recorrido sentimental y un reconocimiento hacia tres personas que me
enseñaron algo que he considerado importante en mi vida, como la compasión, la generosidad, el sentido crítico... Hoy empiezo con la primera y, en sucesivas entradas, hablaré de las otra dos. Y quizá, más adelante, hablaré de otros profesores y profesoras con los que, ahora que me acuerdo, también guardo una deuda especial por algún motivo.
Foto: Mertxe Peña |
Si quiere algo,
se lo dan...
y a pesar de ello, el niño está
triste.
Si desea algo,
si pide algo,
se lo traen…
y a pesar de ello, el niño está
triste,
siempre triste.
En cuanto quiere,
al momento de pedir
ha obtenido lo que le apetece,
todo cuanto desea conseguir…
y a pesar de ello, el niño sigue
todavía triste,
más triste que nunca.
Le han dado todo lo que quiere,
pero nadie,
nadie le ha dado lo que
necesita*.
Tengo la impresión de que me has
dado todo lo que necesitaba. Recuerdo todavía, por ejemplo, aquellas
películas como Matar un ruiseñor, Qué bello es vivir, Oliver
Twist... que mis hermanos y yo veíamos contigo en la pequeña
sala iluminada por la televisión en blanco y negro y junto a la
estufa de butano. A medida que la historia se iba complicando, las
desgracias se cebaban con los protagonistas. Entonces, ahogados por
la tristeza, uno a uno comenzábamos a gemir a escondidas. Pero,
cuando todos los males desembocaban en un final feliz, los cuatro nos
abrazábamos y llorábamos de alegría. ¡Vaya catarsis! En
aquellos momentos en que compartimos nuestros llantos, aprendí que
todas las lágrimas humanas tienen el mismo sabor de la amargura y,
de esa manera, mi corazón quedó tocado para siempre y nunca he podido ya desprenderme de esa sensibilidad hacia el dolor ajeno".
*
Josanton Artze “Hartzut”, Mundua
gizonarentzat egina da, baina ez gizona munduarentzat,
editorial Zubi Zurubi, 1998. Traducida al castellano por mí.
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